Un hombre feliz no puede ser escritor, le ha dicho Paul Theroux a Santiago Roncagliolo en un encuentro que pudo darse en un tren. Hay que imaginar para vivir y viajar para aprender. Escribir es un descubrimiento, el encuentro de dos mundos: el ajeno, el propio. Escribir es una larga crónica de viajes que uno se escribe a sí mismo.
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