sábado, 27 de septiembre de 2008

Un día en Finlandia

Siempre he sentido curiosidad por aquellos países a los que probablemente nunca viajaré y que solo conozco por algún dato: un deportista, un paisaje, un hecho histórico. Por Mikka Häkkinen supe algunas cosas de Finlandia. Hasta que Claudia Ulloa, cuando estrenábamos amistad en la FIL Lima, me dijo: ¿sabes algo de Arto Paasilinna? Me mostró un libro: Delicioso suicidio en grupo. "Yo he leído otras cosas de él, pero éste debe ser bueno también". "Claudia, con ese título me lo tengo que comprar de todas maneras (aunque cueste cientonueve soles)".

Leamos solamente el comienzo:
"El enemigo más poderoso de los finlandeses es la oscuridad, la apatía sin fin. La melancolía flota sobre el desgraciado pueblo y durante miles de años lo ha mantenido bajo su yugo con tal fuerza, que el alma de éste ha terminado por volverse tenebrosa y grave. Tal es el peso de la congoja, que muchos finlandeses ven la muerte como única salida a su angustia. Una mente taciturna es un enemigo aún más encarnizado y temible que la propia Unión Soviética".

Voy en la página 87, sentada en uno de los asientos del bus que conduce a los suicidas a ninguna parte.

Curiosa como estoy por Finlandia, vi Mieheb Työ, la segunda película del agudo Aleksi Salmenperä. Trabajo de hombre retratra la vida de un desempleado que decide ofrecer sus servicios sexuales, para poder mantener a sus hijos. Las clientas, como es de suponer, van desde la culposa que solo quiere que la peinen, la enferma mental, la gorda que busca la venganza, las amigas que complotan para contratar a un stripper. Y la esposa no sabe nada, mientras él arregla y arregla la casa, porque antes había sido el mejor de los obreros.

Tanto Delicioso suicidio en grupo como Trabajo de hombre muestran el desempleo o la falta de ocupación (la sensación de inutilidad cuanto todos los demás son productivos) en uno de los países que, curiosamente, tiene la más alta calidad de vida del mundo, junto con Suiza y Canadá. Es inevitable dejarse atrapar por el delicioso humor negro.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

TACONES & THE CITY

Amo las zapatillas y amo el diseño. Puedo reconocer la belleza de un par de tacones bien hechos, aunque nunca los use. Entrevisté hace poco al más talentoso diseñador peruano de tacones. Esta es la historia...
La segunda persona más feliz del mundo cuando Paris Hilton salió de la cárcel fue el diseñador peruano José Luis Gutiérrez Guerrero. Para volver a enfrentarse al mundo después de 23 días de prisión, la Hilton había elegido sus tacones. Conozcamos al maestro zapatero y empresario de 32 años que está poniendo el mundo a sus pies y que afirma: “yo soy el mejor”. Qué Manolo Blahnik, qué Luis Vouitton. Prepárate para Marcello Toshi Creazioni.

En su casa de Cusco, mientras descansaba, el chofer del ferrocarril Marcelo Pascual Gutiérrez se hacía sus propios zapatos. Unos zapatos de cuero tan resistentes que podían durar más de 6 años como nuevos. Su hijo, Luis, observaba cómo los hacía y aprendía todos los pasos: diseñar, escoger los materiales, hacer los cortes, unir las piezas, coserlas, montarlas, acabarlas y rematarlas. Intervenirlos varias veces y celebrar que a los 10 días de trabajo continuo estén por fin listos.
Mucho tiempo después, le tomó por sorpresa reconocer esta misma curiosidad en su propio hijo, José Luis, quien siempre lo observaba diseñar y crear zapatos en su taller de Surquillo. Por eso cuando le dijo: “papá, ¿te puedo ayudar en algo?”, le entregó sin dudarlo unos zapatos de mujer para que puliera alguna mínima falla y les diese forma. El niño de ocho años trabajó los tacos hasta dejarlos perfectos. Más tarde, su padre ingresó como maestro zapatero a la fábrica “Calzaturas Carli”. “Papá, llévame a trabajar”, le decía, y él le respondía: “cómo te voy a llevar, te va a debilitar el pegamento, eres muy chico. Tienes que engordar”. Cuando José Luis estudiaba el tercero de secundaria, su papá le prometió llevarlo consigo un sábado y le pidió que se alistara. El sábado prometido, José Luis se levantó de lo más contento; su papá lo plantó. Se puso a llorar hasta que la mamá debió intervenir: “llévalo, cómo le has mentido”. José Luis recuerda: “nunca me olvidaré todo el camino, estaba emocionado, porque iba a ayudar a mi viejo. Me quedé observando todo el taller, y me senté a su lado para ver cómo trabajaba. El dueño traía diseños de Italia. Le dimos vida a un par de tacones”.


A los 15 años, José Luis diseñó su primer par de zapatos. Se hizo unos botines de cuero negro con aplicaciones de cocodrilo y ángulos rojos. “Los amigos de mi papá me preguntaban por el modelo. Querían mi molde. Que me lo pidiesen maestros zapateros, personas mucho mayores que yo era alucinante”. Tres años más tarde, cuando acabó el colegio a los 18, decidió tener su propia línea de zapatos para mujer. Comenzó a diseñar y a crear tacones en el taller de su padre. Estudió durante 3 meses diseño y patronería por correspondencia con una escuela española. “Seguía con mi papá, él me hizo, me inculcó el arte del zapato. Mi mamá me prestaba la plata. Yo vendía mis zapatos en Lima y en Miraflores. Los dejaba a consignación. En esa época no me pagaban y no funcionó”. A los 22, José Luis se casó y tuvo un hijo, Marcelo. “Siempre tuve la idea de que tenía que hacer algo. Tener una línea propia y una marca que me identificase. Me gustaba lo que hacía, aprendí de los maestros muy joven. Había estudiado y sabía más que los señores de experiencia. Con todo ese conocimiento y siendo tan joven tenía que hacer algo”. Abrió su propia tienda de tacones de cuero, “La huella del lujo”, con la ayuda de su papá en la calle Esperanza en Miraflores. Al comienzo las mujeres no los compraban, no se atrevían a ponérselos, algunas por los colores y sus combinaciones, otras por el precio. “Poco a poco me hice conocido. Entraba una chica y de frente decía “este quiero”. Nunca encontraba algo clásico, sino distinto”.
¿Por qué tacones?
“En la rama de la zapatería lo más fino es el taco alto. Un maestro no puede hacer un zapato de colegio, una zapatilla o una alpargata. Mi viejo hacía tacones y aprendí eso. Si sabes hacer tacones, los demás zapatos los haces con los ojos cerrados. El taco mínimo que hago es 5 y el máximo 12, con plataforma. Me encanta cuando una mujer se pone tacones. Hay un tacón y un estilo para cada personalidad, hasta para las góticas, que quieren zapatos con espuelas a todo dar”.
José Luis pensó en un nombre para sus zapatos, se dijo que no los llamaría como él “como todo el mundo hace”, y buscó –para inspirarse- marcas en revistas italianas. Recordó que a su hermano menor, Sony, le cambiaba de nombre todo el tiempo llamándolo Marcelo, como su abuelo. Cuando se enteró que Marcelo significaba “el hombre que trabaja con el martillo”, bautizó así a su hijo. Con su esposa, Keiko, definieron la marca: Marcello Toshi Creazioni. Toshi es diminutivo de Toshiro, que en japonés significa: “el que va en ascendencia”. Keiko siempre atendía a los clientes del local. Un día le dijo, sorprendida: “las gringas son las que más vienen”. Él le respondió que ya sabía que sus zapatos eran más valorados por las extranjeras. Keiko le dijo: “estoy muy orgullosa de ti”.

De Surquillo a Hollywood
En diciembre de 2004, llegó hasta la tienda Kerry Clarkson Valdivia, empresaria de madre peruana y padre estadounidense. Le encantaron los tacones y quiso hacer negocios. José Luis le diseñó 4 modelos distintos y Clarkson se los llevó de muestra. Luego de venderlos a sus amigos de Los Ángeles, le pidió más tacones. José Luis invirtió su propio dinero para enviárselos y se dijo: “esto va a regresar multiplicado”. Clarkson consiguió colocarlos en varias boutiques de Hollywood. “Los zapatos que iban fuera no se vendían aquí, jamás, para que fuesen exclusivos. Soy muy celoso de mi trabajo”. En una de estas boutiques, Paris Hilton vio dos Marcello Toshi Creazioni y se encaprichó. Se trataba de un “Princesa”, taco 9, en cuero de ante gris, de 320 dólares; y botas vaqueras en dorado con negro, también taco 9, de 625 dólares. Hilton los mandó a recoger con su papá. El día que salió de la cárcel, tras violar su libertad condicional al manejar ebria, lucía los “Princesa”. Los paparazzi dispararon sus flashes sobre ellos, uno tras otro, la fashion police alertó sobre su aparición, las revistas de modas querían entrevistas, los nuevos modelos de la temporada; todo parecía un sueño. Marcello Toshi Creazioni se había vuelto una marca reconocida y vendía más. Clarkson la había registrado y daba las entrevistas como creadora y creativa de la marca. Apenas lo supo, José Luis decidió romper relaciones comerciales con ella.

De Hollywood al mundo
José Luis está diseñando ahora una nueva línea de tacones para Nueva York y ha conseguido nuevos clientes de boutiques en el extranjero para sus creaciones. Los últimos dos años ha participado en Perú Moda. Este año ha estado en el Prêt à Porter de París, que recibe a más de 40 mil visitantes, y el WSA Show en Las Vegas, la feria más grande del mundo de la industria del calzado, los bolsos y los accesorios. Pronto viajará a París, invitado por Ethical Fashion Show, una feria que convoca a las empresas que trabajan el tema del “comercio justo”. Es el único representante peruano en el rubro calzado. “Cuando viajo observo mucho, me inspiro, me esfuerzo para ser más creativo. Soy el mejor”. Ha puesto un taller en la zona industrial de San Juan de Miraflores; cuando llega a los máximos picos de producción contrata hasta 15 maestros zapateros. Espera abrir mercado en Europa y tener su propia tienda en Nueva York, exclusiva, pequeña, nunca muy comercial. ¿Una tienda en Lima? “Pero si el metro cuadrado en Gamarra es más caro que en Nueva York”. Le enseña todo lo que sabe a su hijo Marcelo, hoy de 9 años. “Es un artista dibujando, diseña, hace sus propios zapatos. Se la cree, sabe que es famosísimo”.

lunes, 22 de septiembre de 2008

100 % cuerpo

Las compañías independientes de danza y teatro de nuestro país se unen para sacar adelante, por segundo año consecutivo, un festival dedicado al cuerpo.

Anoche vi en la Alianza Francesa la obra Lato Sinistra de Guillermo Castrillón, dentro del Festival de Danza Independiente 100 % cuerpo. La performance parte de la idea del cuerpo como un todo invadido por el bienestar o la enfermedad, la paz y la locura: miedos, traumas, alegrías, fantasmas (una larga enumeración de todo lo que nos afecta). El agua, recurso vital en toda la obra y la vida misma, representa una vez más la reconciliación con el mundo que nos rodea. Melania Urbina me sorprendió; desde el colegio no la veía bailar. Este Festival va en la Alianza Francesa hasta el 6 de octubre, las entradas se pueden comprar en la misma boletería.

Colaboradores para la revista Villa Literaria


Villa Literaria es una revista que editan los alumnos de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Todos los estudiantes o docentes, de todas las especialidades de Humanidades y de todas las universidades, pueden publicar en ella. Para el número de octubre están buscando textos sobre:

-Tema principal movimiento "Hora Zero" (críticas, ensayos, crónicas, análisis, entrevistas, etc.)
-Crítica literaria, ensayos, crónicas, entrevistas, análisis o comentario de textos, etc. (tema libre), así como también cuentos breves y poesías (creación propia).
Para ponerse en contacto con Armando Alzamora, editor de la revista, escribir a: revista.villaliteraria@gmail.com

Javier Alonso Benito en Lima

El Centro Cultural de España continúa con su tradicional ciclo: La Semana de Autor. Este miércoles 24 es el turno de Javier Alonso Benito, escritor español que dará la conferencia: la literatura del yo en la narrativa española actual. Benito escribió, entre otras, la novela Sueños y cadáveres. Ganó el Premio de Narrativa Café Bretón en 2002.

Presenta: Gabriel Ruiz Ortega
Jr. Natalio Sánchez 181, Santa Beatriz.
8 p.m. Ingreso libre.

El viernes 26 el autor estará en el Cusco brindando la misma exposición en el Hotel Monasterio a las 7 p.m.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Quién carajos es Banksy?

Comparto con ustedes este texto que escribí para el pasado número de Dedomedio.




Esta pregunta que te haces ahora y que la repiten desde los estudiantes de diseño gráfico de ISIL, hasta la mismísima Reina de Inglaterra, parece que ya tiene respuesta. Lo que importa ahora es descubrir de una vez por todas si el grafitero más cotizado del mundo es un rebelde antisistema, un manipulador figureti, o un artista con ganas de cambiar el mundo.

What the hell? En una calle del famoso barrio Notting Hill en Londres los peatones se detienen y se agolpan frente a un muro. Uno encuentra y lee en voz alta la firma mágica: Banksy, debajo de la pintura de unos monos que se ríen de los seres humanos. Algunos se perturban como si hubieran escuchado un Bang! Tocan la imagen casi en cámara lenta, como a un espectro de Lady Di. Otros maldicen y desaparecen rápidamente en la neblina. Meses más tarde, el grafiti se subasta por más de 400 mil dólares: la tarifa no incluye la extracción ni la reposición de la pared. El coleccionista y el artista tienen algo en común: el anonimato.

Así estaban las cosas hasta que, hace algunas semanas, el diario británico “The Mail On Sunday”, reveló –luego de un año de investigación- la supuesta identidad del escurridizo grafitero. Robin Gunningham, de 34 años, fue reconocido por algunos de sus compañeros de colegio y también por antiguos vecinos, a partir de la foto que tomó Peter Dean Rickards en 2004 en Jamaica. Aunque la imagen apareció ese mismo año en internet, el agente de Banksy, Steve Lazarides, aseguró que no se trataba de su cliente. En ella el supuesto Banksy, arrodillado frente a una pared, tiene una lata de spray en la mano. Scott Nurse, quien asistió con Gunningham a la escuela, dice que era especialmente talentoso para el arte, que todo el tiempo hacía ilustraciones, y que no le extrañaría nada que sea Banksy. Uno de los tantos artistas que ha expuesto con él, Luke Egan, aumentó la expectativa al decir que: “en aquel momento Gunningham todavía no era Banksy”. La nueva pregunta entonces es: ¿Dónde carajos está Gunningham? Al parecer ni sus padres, Peter y Pamela, lo saben.

Rompiendo mitos
En la Franja de Gaza, donde solo hay muerte, una niña con unos globos en esténcil negro intenta volar al otro lado de ese muro que levanta todas las diferencias entre un país que existe, Israel, y otro que aun no, Palestina. Y Banksy dice al respecto, porque sí da entrevistas, aunque de manera anónima: “como grafitero tienes que hacer una peregrinación al muro más grande del mundo en algún momento de tu vida. Es la estructura política más injusta hoy en día”.
Los más importantes museos de Nueva York también son “atacados” por Banksy. En ellos aparecen cuadros que quiebran la indiferencia y el sopor del visitante, más no la estética. En el Museo de Brooklyn: un venerable lord del siglo XVIII “ha pintado”, spray en mano, varios peace and love. En el Metropolitano de Arte, se trata de una dama con una máscara antigases. En el de Historia Natural, un escarabajo gigante tiene “antenas espías” y 4 misiles como alas. Una leyenda nos remite a su origen: Estados Unidos. El Museo de Arte Moderno (MOMA), luce el cuadro de una sopa de tomate que emula a la de Warhol. Sin embargo la sopa de Banksy es de las que se reparten gratis a los pobres y no tiene fecha de vencimiento.
Los administradores de los museos tardan más de 3 días en darse cuenta, en distinguirlas de las originales y todavía más en desmontarlas. Con el ego disparado, Banksy se burla –otra vez, ya había hecho algo similar en Londres- de la seguridad de los museos y justifica sus intervenciones: “fue el uso correcto de una barba postiza y pegamento de contacto. Mis obras merecían estar allí y no había por qué esperar”.

Arte urbano, pero lo compran los ricos
Una semana después de que infiltrara en Disneylandia un muñeco inflable vestido como un prisionero de Guantánamo, Brad y Angelina, Jude Law y Keanu Reeves, se reúnen en su publicitada exposición en Los Ángeles. Un elefante rojo creado en tamaño real, con doradas flores de lis, está en una esquina de la habitación. Sobre una pared, la reinterpretación del mítico izamiento de la bandera estadounidense en Iwo Jima. Ahora se trata de un grupo de manifestantes alzándola sobre el techo de un auto. En otra más, el logo de Paramount Pictures dice Paranoid. Al ingresar, cada uno de los concurrentes, estrellas o no, ha recibido un volante que indica: “hay un elefante en la habitación. Hay un problema del que nunca hablamos. El caso es que la vida es cada vez más injusta. Billones de personas no tienen acceso al agua potable. Billones viven por debajo de la línea de la pobreza. Cada día cientos de personas se enferman por tontos que les dicen en las exposiciones cuán mal está el mundo, pero nunca hacen algo al respecto. ¿Alguien quiere una copa de vino gratis?”. No se sabe si alguno de los asistentes es Banksy. Pero vende. A lot. Porque los criticados por él, los más pudientes, son los que más adquieren su trabajo, lo financian sin que él se los haya pedido. Como dice el periodista Christopher Warren, quien lo entrevistó alguna vez: “es una paradoja. ¿Y él qué puede hacer?”. No se sabe tampoco si algo de lo que recibe lo dona a las causas que con tanta pintura defiende. A través de su agente ofrece en internet cada grabado a 500 libras, cerca de mil dólares. Se puede decir que vende “barato” frente a la millonada que pagan los admiradores por llevarse los muros con sus grafitis. Al parecer los más beneficiados son los que compran y luego venden sus obras. Banksy se preocupa por subir a internet cada una de sus piezas y piratearse, ya sea para democratizar un arte de por sí popular como el grafiti, seguir provocando al mundo con sus mensajes, o para darse todavía más publicidad. Sus creaciones son siempre un manifiesto armado de ironía: la Mona Lisa sosteniendo una bazooka sin perder esa media sonrisa tan suya; dos policías de Londres en un beso francés; la niña víctima del Napalm, cuya foto expuso al mundo los horrores de Vietnam, llevada de las manos por Ronald McDonald y Mickey Mouse.
Y es en Los Ángeles donde Banksy tira una noche cualquiera un pedazo de pizza de anchoas a la basura. Alguien lo recoge y lo subasta en ebay por 102 dólares, asegurando que el comprador podrá analizar al fin su ADN.

Paris Hilton versus Bansky
En Inglaterra se anota otro hitazo, aprovechándose de un hit ajeno. Es el lanzamiento del disco de Paris Hilton en todo el país y Banksy lo ha recorrido para “tomar” 500 copias y darle un toque más artístico e histriónico a la portada. Y lo hace de 2 formas tan maléficas como divertidas. En una la Hilton está sin top y en la otra, además del topless, ha perdido la cabeza y ahora lleva la de un chihuahua (como los que le encanta combinar con una cartera rosa). Ninguno de estos dos “aportes” le hace gracia a la heredera cabeza hueca.

Nacido para joder
Lo que sí se sabe con certeza es que este vándalo profesional, como él mismo se define, es rubio y viste como Eminem. Su ciudad natal: Bristol, al suroeste de Inglaterra, donde el grafiti está más vivo que nunca. Banksy se refugia muchas veces en la anónima oscuridad. En las madrugadas puede instalar los andamios que necesita para esas obras que son más altas que él. Ya a los 14 años recorría las calles con una lata de spray de pintura para autos. En su libro Muro y pieza, explica que: “estábamos poniendo siempre llega tarde en el vagón de un tren. De pronto llegó la policía y salimos corriendo. Pero yo me arañé con las espinas de un arbusto y no tuve tiempo de alcanzar nuestro auto. Mis amigos se fueron. Me escondí debajo de un camión de basura. El motor estaba a la altura de mi cara: un hilillo de aceite se filtraba y me caía en la cabeza. Estuve así durante una hora, mientras oía a los policías en los rieles, buscándonos. Decidí cambiar de táctica o dejarlo: tenía que tardar menos tiempo en pintar. Entonces vi que el tanque del motor del camión tenía letras pintadas con una plantilla. Yo podía hacer lo mismo con letras mucho más grandes”. Desde entonces emplea la técnica del esténcil. Si haces memoria, la hemos aprendido todos en el nido: “pon esta plantilla sobre el papel. Ahora remoja el cepillo de dientes en varios colores. Pasa tu dedo por la punta del cepillo y rellena la figura”. Es simple, barata, rápida: impecable. Luego de que casi lo atrapan pintó cuanta calle y parque se le cruzó, con ratas que se salían de las alcantarillas, de los buzones, de las puertas de las casas, de los carteles, siempre integrándose al espacio público. El Ayuntamiento las borraba sin respiro. En 2000 organiza su primera exposición en Bristol. Pudo oler su éxito, escondido en algún rincón de la galería. Viaja a Londres y luego a otras ciudades de Europa antes de dar el gran salto a Estados Unidos. Con cada grafiti callejero arranca más de un: Oh my God!, hasta que sus intervenciones en las paredes se convierten en “arte para llevar”.

Nunca llega tarde
Vuelve a su ciudad natal a pintar, entre otras cosas, el marco de una ventana: un hombre en terno se asoma a través de ella, mientras su mujer, en ropa interior, intenta retenerlo. Aferrado al marco con una sola mano se encuentra, desnudo, el amante. Banksy ha escogido –y lo sabe- el blanco perfecto: la pared de un edificio que alberga un bar, una clínica que trata enfermedades de transmisión sexual y unas dependencias del Ayuntamiento. ¿Se debía quitar o no el grafiti del hijo pródigo? Una consulta popular decidió –por abrumadora mayoría- que se quedase, para siempre. Pese a las protestas de algunos políticos conservadores, ahora se reparten volantes que permiten a los inspectores de los trenes que pasan por Bristol, diferenciar entre un grafiti hecho por Banksy, y los que no. Los Banksy no se borran.

Lo juzgan, pero lo admiran
Entre sus críticos están sus propios colegas del arte callejero, aquellos que ahora pueden grafitear impunemente por ciertas calles de Londres. Admiran su empatía y genialidad, sin embargo, no dudarían en gritarle “vendido” y arrojarle pizza de anchoas si alguna vez lo reconocen debajo de su gabardina favorita a lo Truquini.
Todo en Banksy sigue siendo contradictorio: puede ser lo que se sabe de él y lo que oculta. Robin Gunningham o cualquier otro nombre. Un vándalo, un figureti, un héroe, el secreto mejor guardado del arte contemporáneo. Un anarquista que se disfraza para poder hacer lo que le venga en gana sin que lo atrapen. Un activista que busca ante todo el arte y logra mantener esa difícil perspectiva entre legado, nombre y personaje. Un artista que espía desde un andamio o aferrado al marco de una ventana lo que el mundo dice de él.
Alguien siempre pagará una millonada por una pared pintada por Banksy, y su aparente cruzada habrá sido injusta: que el arte tumbe lo que en verdad nos divide. Si se colocasen al mismo tiempo todos sus grafitis en un solo muro, podríamos observar –de un vistazo- cada una de las miserias de nuestra especie. Y luego quizás hacer algo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Escritores como elefantes


Vanessa, mi querida hermana, la oveja negra de la familia por magna cum laude, hace su doctorado de biología en Bélgica. Hace dos minutos nos ha mandado varias fotos con la siguiente explicación:
"El zoológico de Amberes está haciendo un "Parade" con estatuas de elefantes (con diseños súper creativos) que serán vendidas en noviembre para ayudar a las organizaciones de elefantes en Asia (el elefante asiático está cerca de ser un animal en vías de extinción)".
Me pregunto por qué no decoramos nuestras calles con serias estatuas de escritores, las intervenimos creativamente, (de ninguna otra manera llamarían la atención, algunos pedirían incluso que los retirasen por obstruir la vía pública o no "tener nada qué ver" con la realidad), y minimizamos el riesgo de que los libros estén cerca de ser grandes animales en vías de extinción.

Aprendiendo a vivir con Clarice Lispector

Clarice Lispector murió el año que yo nacía. La conocí hace unos años en mi segundo viaje a Buenos Aires. Me la presentaron en una librería. "Tienes que conocerla", me dijeron.
Me regalaron hace poco Aprendiendo a vivir y otras crónicas, un libro que recoje todos los textos que Lispector escribió entre 1967 y 1973 para el Jornal do Brasil, con la máquina de escribir muchas veces sentada sobre su regazo. Habían pasado más de dos décadas desde la publicación de su primer libro, el reconocimiento ya la había alcanzado, pero recién se desnuda en estas columnas que escribe con total libertad creativa e inspirada en sus propias experiencias. La niña que visita el mar de Recife todas las mañanas en ayunas con su padre, la madre que celebra la felicidad de sus hijos, la mujer que se sorprende con la infinita sabiduría de los taxistas, la escritora que espera la eternidad con miedo, la persona que nunca deja de asombrarse ante la profunda simpleza de las cosas cotidianas. En cada columna Lispector está esperando el carnaval que llegará con belleza, risas y fiesta y también con las calles desiertas y sucias del día siguiente. Uno se encuentra cara a cara con la inocencia, la sensibilidad, la intuición, la compleja casa de una de las principales voces de la narrativa brasileña y mundial.
Yo, que por ahora intento quitar la inocencia de mis textos, de mi propia vida, siento que quizás no he vivido nada. No he aprendido.

Iwasaki gana de nuevo


Fernando Iwasaki ha ganado hace unos días la sexta edición del premio Algaba de Biografía e Investigaciones Históricas con la obra Cuando dejamos de ser realistas, 200 años de pendencias y dependencias entre España y América Latina. Se trata de un ensayo sobre las relaciones entre Hispanoamérica y España a lo largo de los dos últimos siglos. La obra de Iwasaki fue elegida por unanimidad por un jurado conformado por Ramón Pernas (presidente), Patricio de Blas, Juan Ignacio García Garzón, Felipe Hernández Cava y Melquíades Prieto.

Para Patricio de Blas el ensayo "provocará el debate, la reflexión y, sobre todo, el diálogo sobre un asunto que es de máximo interés". Por su parte Felipe Hernández afirmó que generará polémicas porque realiza "un lúcido análisis del momento actual en que se mueven los españoles y los latinoamericanos" y profundiza en cuestiones como el nacionalismo, el laicismo, las relaciones entre la Iglesia y el Estado o la lengua. A partir de esos temas formula una serie de opiniones sobre el presente y algunas de ellas son polémicas".

Hace un tiempo Alejandro Tellería entrevistó al escritor peruano residente en Sevilla para Barcelona Rewiew. Qué desasosiego la última frase de la siguiente respuesta... ojalá ya pueda vivir de la literatura, la verdad, no lo sé...

¿Escribirías viviendo en Perú? ¿Tienes alguna tentación laboral distinta a la literatura?
"La verdad es que yo NO vivo de la literatura, porque de la literatura no viven ni siquiera los escritores españoles. Mi ocupación profesional prioritaria, alimenticia e hipotecaria es el arte flamenco andaluz, y en segundo lugar vendría la colaboración en medios de prensa. La literatura está en el cuarto o quinto lugar. Ahora bien, si viviera en el Perú escribiría todavía menos, porque lo normal es que en Perú tuviera tres o cuatro trabajos, todos mal pagados y en el peor de los casos gratuitos".

Ray Loriga y la autoficción

En menos de un mes Loriga publicará Ya sólo habla de amor. El autor madrileño dice para Babelia en un artículo titulado "Yo-yo" que toda narración parte de algo muy propio para luego adentrarse en el terreno de la ficción. Una habla sobre lo que conoce o lo ha tocado de alguna manera. Y yo coincido.

"Los cuentos no se cuentan solos. No hay más ficción que la propia.
Hace no mucho, en un congreso de escritores, conocí a un anciano narrador de Kenia que comenzaba su mejor historia con esta frase: “El león sabía que los corderos se escondían…”.
Muy bonito, pero falso.
El león no sabía nada, lo sabía el cuento.
El escritor es el león y el cordero y también Alicia y Orlando y Lolita.
El escritor es un imbécil que se cree Dios, y Dios es un imbécil muy parecido.
A menudo alguien pregunta si no da cierta vergüenza hablar de la propia vida, sin darse cuenta de que hay que tenerle un respeto mayor a las criaturas inventadas, porque sólo ésas son del todo inocentes.
El animal que se reconoce es un animal enfermo, el resto de los animales están a otras cosas.
Yo más Yo somos todos, y éste no es más que un trabajo como cualquier otro. El fontanero no es el dueño del agua, el que porta la antorcha no es la luz".

Fuente foto: El País

miércoles, 10 de septiembre de 2008

II Festival Cielo abierto en Barranca


Barranca celebrará su aniversario realizando el II Festival Internacional de Poesía Cielo Abierto 2008 el 3, 4, 5 y 6 de octubre, uno de los encuentros de poesía más importantes del año.Se desarrollará entre Barranca, Supe Puerto y Supe, con la participación de poetas de todo el Perú, así como de otros países de América Latina. Una excelente oportunidad para descentralizar la palabra viva y escuchar las nuevas voces de nuestros autores de provincias. Este encuentro está organizado por los grupos literarios: Anábasis, de Barranca, y Otras Voces, de Lima. Cielo abierto toma su nombre de una de las revistas que dirigió Javier Sologuren.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Teorema del náufrago


Luis Eduardo García es narrador y periodista, pero sobre todo: poeta. Vive desde hace 20 años en Trujillo, donde es profesor de periodismo literario en la Universidad Privada del Norte; nació y se crió en Piura. En el 86 ganó el premio "Poeta Joven del Perú". Acaba de publicar su cuarto libro de poesía con Revuelta Editores. Teorema del náufrago levanta olas sobre la frase de Roberto Juarroz que va como epígrafe: "la única salvación de todo andar es no llegar". Los mares interiores de García son tempestuosos: el desarraigo, la imposibilidad del amor, la soledad, la sabiduría de la muerte y la eternidad: somos héroes por el simple hecho de aceptar la vida como llega. García escribe contra el fracaso, contra la muerte de su propia voz poética. Y lo hace como debe ser: conmoviendo, motivando la sana costumbre de la reflexión.

Enrique Sánchez Hernani dijo de este libro para El Dominical: "es la confirmación de una voz lograda y que se despliega con dotes propias en el concierto de nuestra tradición poética...".

Acabo de leerlo, y los tiento a hacer lo mismo con este poema: Proverbio árabe

Escribí un libro,
pero sus páginas se volvieron blancas.
Sembré un árbol,
pero sus hojas se fueron con el otoño.
Tuve un hijo,
pero no llegué a prodigarle una caricia.
El proverbio árabe nunca, jamás, fue compatible
con esta especie rara de cristiano.
El refrán quebró el espejo de mi fortuna.
Rompió la línea de mi destino incierto.
Sin embargo,
he firmado un armisticio con la vida.
Yo soy un libro sin hojas que se lee,
un árbol seco que reverdece en el desierto,
un niño de padres que tienen a sus padres.
Aunque tarde, he comprendido
que vivir es comenzar por el final
y terminar por el principio.

Luis Eduardo García