sábado, 13 de septiembre de 2008

Aprendiendo a vivir con Clarice Lispector

Clarice Lispector murió el año que yo nacía. La conocí hace unos años en mi segundo viaje a Buenos Aires. Me la presentaron en una librería. "Tienes que conocerla", me dijeron.
Me regalaron hace poco Aprendiendo a vivir y otras crónicas, un libro que recoje todos los textos que Lispector escribió entre 1967 y 1973 para el Jornal do Brasil, con la máquina de escribir muchas veces sentada sobre su regazo. Habían pasado más de dos décadas desde la publicación de su primer libro, el reconocimiento ya la había alcanzado, pero recién se desnuda en estas columnas que escribe con total libertad creativa e inspirada en sus propias experiencias. La niña que visita el mar de Recife todas las mañanas en ayunas con su padre, la madre que celebra la felicidad de sus hijos, la mujer que se sorprende con la infinita sabiduría de los taxistas, la escritora que espera la eternidad con miedo, la persona que nunca deja de asombrarse ante la profunda simpleza de las cosas cotidianas. En cada columna Lispector está esperando el carnaval que llegará con belleza, risas y fiesta y también con las calles desiertas y sucias del día siguiente. Uno se encuentra cara a cara con la inocencia, la sensibilidad, la intuición, la compleja casa de una de las principales voces de la narrativa brasileña y mundial.
Yo, que por ahora intento quitar la inocencia de mis textos, de mi propia vida, siento que quizás no he vivido nada. No he aprendido.

1 comentario:

christian espinoza dijo...

Yo diria que tal vez es dificil aprender por que mientras mas uno aprende mas opciones tiene de equivocarse ya que el hilo que anuda lo anuda de diversas formas uno mismo o tal vez el mismo hilo a uno .

A veces ese ropaje sostiene mejor que la verdad porque funciona como costra y solo a traves del tiempo la inocencia requiebra delicadamente cierta carencia de verdad que se esconde como justicia .asi con la inocencia de la que tu hablas uno no no no tiene el lado de la perversidad .
suerte.