jueves, 29 de enero de 2009

A la cama con Gabriela Wiener

Gabriela bien podría haber sido, según confesión propia, la séptima esposa de Badani, con su día propio para ser adorada. Gabriela bien podría ser la desconocida swinger que muchas parejas quisieran para ese primer intercambio sin máscaras. La conocí primero cuando en la librería La Familia me regalaron un ejemplar de Cosas que deja la gente cuando se va, poemario que publicó en 2007 en la Colección Underwood. Luego, a través de algunas de sus crónicas gonzo en Etiqueta Negra. Por lo general no me gustan las crónicas en las que el periodista es partícipe, a menos que la experiencia trastoque su visión del mundo o de una parte de éste. Una experiencia que merezca ser contada desde el yo, porque puede tocar los "yo" de muchos. Gabriela no se atrevería a escribir periodismo sobre algo que solo ha leído o le han contado. Puedo comprender esa necesidad. Creo que la vida le fascina y la vida comienza -dónde sino- en la cama.

Me dio curiosidad entonces la curiosidad de Gabriela, su fascinación por abordar el sexo sin censurarse, por escribir con ovarios, pero sin calzón, la misma curiosidad que sentí el primer día que, de casualidad, capté Internet en mi cuarto y navegué a propósito por páginas porno por primera vez. Por eso anoche, que me compré Sexografías, el primer libro de Gabriela, me dispuse a leerlo en la cama. Hace unos minutos he terminado de leerlo. "Esta noche me dispongo a ser infiel con permiso de mi marido", escribe Gabriela en su famosa incursión al club swinger; "yo también quería llegar hondo", dice en su nota sobre los efectos de la Ayahuasca. Pero miente: con permiso o sin permiso ella llegaría hondo. Gabriela, que conoce de sexo y fantasea, y que escribe sobre él con más entusiasmo que una pornstar, no para sexólogos ni principiantes, ha comprendido y ha aprendido algo de cada una de sus experiencias. Esa certeza quedó en mí al leer el libro en conjunto. Participa, pero no deja de ser nunca una testigo. Se podría juzgar su actitud, vivir algo para escribir al respecto, pero si no lo hace para juzgar, yo no puedo juzgarla. Maneja la contención y el desbordamiento, no se reprime. Sus historias conmueven y divierten (las risas tontas que generan algunos pasajes se hacen cada vez menos tontas), en fin, son muy humanas. Sexografías, en la mesa de noche o debajo de la almohada.

1 comentario:

mileto dijo...

http://100cuentos.blogspot.com

Tenemos un blog de relatos. Si quieres entrar o participar nos gustaría mucho.

Carlos