Felizmente parece usted una buena persona. Justo en la misma vereda se me subió hace una semana un muchacho igualito a usted. Claro que parecía normal, pero al llegar al estadio de la esquina me pidió ir al zoológico para alimentar a los monos. Sí, uno nunca sabe. Si yo le contara. En esta camioneta, que es alquilada, ¡ni siquiera es mía!, ha pasado de todo.
Me detiene una chica morena con otra rubia. La rubia está mareada, se le nota. Le pregunto a la morena ¿va a vomitar? No, nadie va a vomitar. Bueno, súbanse. Fíjese que estoy avanzando, veo por este espejo que la rubia cabecea contra la ventana. Entonces la morena empezó a besuquearla. La marimacho, como le digo, le mordía, hacían unos gemidos bien raros. La carrera era hasta Salamanca, imagínese. Cuando se baja la rubia del taxi toda la zona íntima de atrás la tenía mojada, un círculo así.
Eso no es nada. Otra carrera. Dos chicas. Yo escuchaba un zumbido raro. Este carro es alquilado, qué raro, será el motor, el gas, cualquier cosa puede pasar, y a esta hora. Qué será este sonido, tremenda bulla, disculpen nunca ha hecho un ruido este carro, aunque sea alquilado. Puede parar si quiere, revise. Me bajo, reviso. Nada. Estoy subiendo al carro y la mosca seguía y seguía. Quién dice que voy a mirar por este espejo y una de ellas tenía las piernas abiertas y la otra le metía el vibrador ya sabe usted por dónde.
En la puerta de la universidad recojo a dos varones bien vestidos. Estoy entrando a una calle, igual a esta, un muchacho que bien podría ser usted, se abre la camisa, unas tetillas chiquititas. Chaz, hacían, chaz. La coca, pues. Bájense acá, váyanse a hacer sus cochinadas a otra parte, que a este carro se le respeta, aunque no sea mío. Viejo maricón. Ah no, acá mando yo, váyanse al hotel, al parque. Y eso no es nada.
Un gringo bien vestido, en terno, un gentleman diría usted. ¿Cuantou mi cobra la houra? Veinte soles. Ok. Fuimos aquí, allá, lindou su país, el ceviche, el camoti, pobreza da pena ¿nou? Señor, qué se le va a hacer. Ochenta soles ya íbamos. Quién dice que llegamos al centro comercial y me dice cuadrarse acá frente a tienda eletrodomesticou. Al toque sale con la caja de un televisor esos de plasma, cinco mil dólares pues estarán. Me lo cuida un ratou, seguir comprandou. Pasa una hora y media, el gringo no salía. Míramelo un rato por favor hermanito, voy a buscar a mi pasajero. Tú lo has visto, has visto a un gringo así de alto, bien vestido, tú lo has visto, pasó por acá, sabes o no sabes. Hace rato más de una hora que se fue. Llamo a mi cuñado que es abogado para que me ayude. Vente para la casa, vamos a cargarlo. Yo no quiero abrirlo, no quiero robar, pero no tenía dirección, no tenía nada, ni me acordaba en qué calle había recogido al gringo. Te ganaste, cómo pesa esta vaina. Quién dice que vamos a abrirlo. Cuatro ladrillos blancos. Ciento diez soles perdidos. A dónde voy, a quién reclamo, esta es mi herramienta de trabajo. Solo me falta que un pasajero decente como usted me pague con billetes falsos. Esa ya me la han hecho. Si usted supiera.
Eso no es nada. Otra carrera. Dos chicas. Yo escuchaba un zumbido raro. Este carro es alquilado, qué raro, será el motor, el gas, cualquier cosa puede pasar, y a esta hora. Qué será este sonido, tremenda bulla, disculpen nunca ha hecho un ruido este carro, aunque sea alquilado. Puede parar si quiere, revise. Me bajo, reviso. Nada. Estoy subiendo al carro y la mosca seguía y seguía. Quién dice que voy a mirar por este espejo y una de ellas tenía las piernas abiertas y la otra le metía el vibrador ya sabe usted por dónde.
En la puerta de la universidad recojo a dos varones bien vestidos. Estoy entrando a una calle, igual a esta, un muchacho que bien podría ser usted, se abre la camisa, unas tetillas chiquititas. Chaz, hacían, chaz. La coca, pues. Bájense acá, váyanse a hacer sus cochinadas a otra parte, que a este carro se le respeta, aunque no sea mío. Viejo maricón. Ah no, acá mando yo, váyanse al hotel, al parque. Y eso no es nada.
Un gringo bien vestido, en terno, un gentleman diría usted. ¿Cuantou mi cobra la houra? Veinte soles. Ok. Fuimos aquí, allá, lindou su país, el ceviche, el camoti, pobreza da pena ¿nou? Señor, qué se le va a hacer. Ochenta soles ya íbamos. Quién dice que llegamos al centro comercial y me dice cuadrarse acá frente a tienda eletrodomesticou. Al toque sale con la caja de un televisor esos de plasma, cinco mil dólares pues estarán. Me lo cuida un ratou, seguir comprandou. Pasa una hora y media, el gringo no salía. Míramelo un rato por favor hermanito, voy a buscar a mi pasajero. Tú lo has visto, has visto a un gringo así de alto, bien vestido, tú lo has visto, pasó por acá, sabes o no sabes. Hace rato más de una hora que se fue. Llamo a mi cuñado que es abogado para que me ayude. Vente para la casa, vamos a cargarlo. Yo no quiero abrirlo, no quiero robar, pero no tenía dirección, no tenía nada, ni me acordaba en qué calle había recogido al gringo. Te ganaste, cómo pesa esta vaina. Quién dice que vamos a abrirlo. Cuatro ladrillos blancos. Ciento diez soles perdidos. A dónde voy, a quién reclamo, esta es mi herramienta de trabajo. Solo me falta que un pasajero decente como usted me pague con billetes falsos. Esa ya me la han hecho. Si usted supiera.
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