El suplemento El sábado de El Mercurio publica hoy una crónica sobre cómo Howard Schultz, el creador de la cadena de cafeterías más grande del mundo, busca rescatar a su firma de la pérdida de credibilidad y de la peor crisis desde su fundación en 1987. El texto de Ignacio Bazán nos puede enseñar a los que escribimos, la importancia de saber perder el ego, de tachar las frases que no funcionan y de las que nos hemos enamorado, de reescribir una historia hasta que nosotros mismos sintamos que algo hemos logrado, de volver a empezar.
"Puede que esté lejos de eso, pero en los pocos meses que lleva a cargo del show, ha sido capaz de dar varios golpes de timón. Su convencimiento de que la experiencia de ir a un Starbucks se había arruinado lo hizo cerrar todos los locales de Estados Unidos por tres horas para enseñarles a los empleados a hacer un expreso decente. El simulacro le costó 11 millones de dólares en sueldos y horas sin vender, pero hizo que los medios volvieran a simpatizar con una firma que busca volver a sus orígenes de estándares altos de calidad. Tan así es la preocupación de Schultz, que eliminó varios sándwiches del menú por encontrarlos derechamente malos. Eso, después de escuchar a un par de señoras quejarse en uno de los locales".
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