Hoy salió el sol en la bellísima Cuenca. Cogí el mapa de la ciudad y me fui a recorrer los museos. Todos quedan en 20 cuadras a la redonda así que se puede llegar a ellos a pie. Ayer había renegado (demasiado) por el carnaval. En vez de los desfiles de carros alegóricos de Guayaquil, con iguanas bailarinas y señoras de blanco, aquí se celebran a baldazo limpio. Las familias y los amigos salen en camionetas a mojar a todo el que encuentren, incluso a los niños y a los turistas. Incluso en los pórticos de las iglesias y en plena tormenta. Además cargan con latas de espuma conocidas como "Carioca". Los vecinos se mojan entre ellos; los mozos en los restaurantes, las impulsadoras en los supermercados; los caños públicos son usados para llenar los globos. Me dijeron que luego de seis feriados el carnaval acababa de manera oficial a la medianoche. A diez para las doce, cansada de la reclusión obligatoria en el hotel y muerta de hambre, salí a dar una vuelta. Llovía, el aroma era dulce. No había caminado ni una cuadra, admiraba una cúpula (aquí hay que mirar siempre hacia arriba), cuando me lapidaron a globazos desde una camioneta. Corrí a alcanzarla (¿?) y se me salió una zapatilla. Una estúpida Cenicienta. Y estaba legalmente empapada, como dicta la ley para esta fiesta. La foto que publico, aunque es de Cuenca en carnavales, es de Internet. Apenas pueda subiré las mías. Algún día -hoy de ninguna manera- me reíre de esto.
Pero volvamos a los museos. El Museo de Arte Moderno festeja su aniversario presentando la obra del colombiano Darío Ortiz, actual director del Museo de Arte de Tolima, como parte de una exposición dedicada a tres maestros latinoamericanos. Este pintor figurativo busca retratar la condición humana, la vida y la muerte, la desnudez, según dice en una entrevista al diario del Huila, para contar al espectador la historia de una vida: en el cuerpo es donde todos escribimos nuestro diario. Dice también que la pintura es acción.
Los gestos de sus personajes son tan vívidos que sentí que estaba con ellos en la misma sala y que podían observarme, también desnuda. Lo hermoso de estos cuadros es que, al igual que la literatura, narran una historia. Por eso Ortíz pinta a hombres y mujeres que leen. Qué pasividad la de sus lectores; la acción sucede en su imaginación. Ortíz hace una lectura correcta: Leer es observar vidas y ser observado también por esas vidas. Un libro está vivo mientras es leído y viva también está la imaginación. Un intercambio aprendido.
1 comentario:
Bueno tambien tu paseas a esa hora, alla en cuanca he leido que juagan carnavales como en el callao o la victoria, o respetan.
saludos.
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