viernes, 11 de julio de 2008

"A mí qué Schuler"


A Harry lo conocí en unas mínimas vacaciones a Máncora el año pasado. Su historia me inspiró a escribir una crónica que en su momento publicó Dedomedio. Es un hombre que se resiste a ser una isla.
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Porque se siente turista en la ciudad y en el mar como en una enorme casa transparente, Harry Schuler vive en Máncora con Kassian, el penúltimo de sus cuatro hijos. Es dueño del hotel Punta Ballenas, el más antiguo. Se lo compró a su hermano hace veinticinco años, cuando lo invadió la urgencia de verano infinito. “Yo buscaba el sol, yo esperaba tranquilidad”. Cerca de las habitaciones donde nace el sol y las hamacas se impulsan tan azules hay un barco encallado en cemento y anclado en arena. Más allá, en la playa de Harry, los pelícanos se descubren para morir.

Siempre bromea en serio cuando destapa una cerveza. “Así como los carros necesitan gasolina yo necesito chela.”
Es el menor de los cuatro hermanos Schuler, todos hombres de negocios que, al igual que los Baldwin en Hollywood, compiten por ser el más legendario. “He hecho de todo. He sido traficante de piedras preciosas, pero nunca de drogas. Tengo hermanos que se gastaron la fortuna de la familia. He estado a punto de morir doce veces, he sobrevivido a un intento de homicidio y a tres divorcios”.
Le tomó cinco años publicar su primer libro: A mí qué Schuler. El prefacio: “Hago de todo… menos mariconadas”. Fueron dos mil ejemplares de chistes y recetas de cocina, sus dos especialidades.

—Si quieres hacer langosta y la metes a una olla con agua caliente cómo no quieres que chille. Si a mí me meten en agua caliente grito. El secreto está en ponerla en agua tibia para que se quede feliz y blandita.
Desde la barra del bar Harry recuerda:
—Cuando me acuchillaron me quedé con las tripas al aire. Tuve que meter todo yo mismo. Cuando desperté del coma, al primero que vi fue a Alfredo Bryce. ¿Te imaginas? Nos habíamos hecho muy amigos en el hotel. Me entregó lo que había escrito sobre mí, Harry, Corazón de León. Cuando me preguntó si tenía algo que corregir le dije que sólo había una cosa que me molestaba. Él se preocupó. Hermano, Kassian es con K, no con C. Pidió al ilustrador que me dibujara con bigote para que mis atacantes no pudieran identificarme.”
—¿Quién te quiso matar, Harry?
—La envidia. Cuando te va bien, te envidian. Cuando te va mal, también.
Contra la envidia Harry prepara y reparte muchos pollos a la brasa, como los que hicieron célebre a su padre, Roger Schuler, fundador de la Granja Azul.
El manuscrito sobre esta amistad entre copas está enmarcado en la suite que ocupó Bryce, y luego Harry. La revista Bienvenida de la desaparecida Faucett publicó el cuento.

Kassian pasa las tardes en el sofá del bar de Punta Ballenas junto con los dos labradores y los dos gatos. Cabello al rape, maneras amables, concisas; músculos anchos de soldado. Va al colegio en Órganos. Buzo azul, cuaderno camisa blanca y tabla de surf. A sus dieciséis ya tiene su propia visión del mundo:
—¿Por qué se están muriendo los pelícanos, Kassian?
—Por la contaminación. Le rompí a uno la cabeza con una piedra, estaba sufriendo, pero todos los gringos se me vinieron encima. Les pregunté, ¿acaso son biólogos o veterinarios?
Harry y Kassian se persiguen en la orilla. Señalan un lobo marino a la deriva a sus pies.
—Se lo ve amigable- dice Harry.
—Será porque ya está viejo. Eso no es normal- dice Kassian.
El cuarto hijo de Harry está en camino. Lo llamará Fortunato. “Si ya la cagué tantas veces algo bueno tendrá que traerme”. Harry vive en Máncora también porque prefiere el alboroto de las olas al de las mujeres que le reclaman pensión alimenticia y paternidad, “yo no me busco los pleitos, los pleitos me buscan a mí”.

Abre un plano topográfico como si se tratase del mapa del tesoro. Sigue con el índice la ruta de su proyecto urbano-turístico al que ha registrado como PUnTA MADRE. Además de Punta Ballenas es dueño de cincuenta y nueve hectáreas que planea convertir en la primera ciudad modelo de Máncora. Embarcadero, parque de diversiones, costanera, edificios multifamiliares, asilo de ancianos, caballerizas grifo. Lo presentó al gobierno de Fujimori y dice que le objetaron “un puente”. Cuando quitó el puente ya Fujimori había caído. A Harry también le gustaría que la primera playa gay esté en el norte. Pero como presidente del Comité de Gestión y Desarrollo Turístico de las Playas de Talara (COGEDETUPLATA), busca una oportunidad en el Ministerio de Turismo para hacer de Máncora una reserva ecológica.
—¿Y en qué me beneficio yo en el COJEDETUPLATA?
—¿En qué te beneficias?
—Ayudo a salvar el banco de Máncora- se quita los lentes negros que siempre lleva. Acá hay más de mil setecientas especies de peces.

Un grupo de pescadores esquiva el agua que baña las piedras bajo la terraza, saludan a Harry.
—No se acerquen que mis perros les arrancan los huevos. Los pescadores se matan de risa. “Cuando llegué a Máncora me robaban a cada rato las artesanías de la terraza. Fui a una reunión de pescadores y me puse a hablar por teléfono. Le dije a un amigo que iban a llegar mis ocho perros de Lima. Como había bulla me puse a gritar, cada vez más alto, que estos perros sabían arrancar los huevos y que había olvidado la palabra clave para que atacaran, pero que de un momento a otro la recordaría.”
—¿Te acordaste?
—No, era mentira, pero nunca más me robaron nada.
—¿Y te has vuelto a ver con Bryce?
—No, ya hemos dejado el trago, pero si alguna vez lo conoces dile que lo extraño.

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