lunes, 1 de diciembre de 2008

Crónica de Buenos Aires

Llegué a Buenos Aires el sábado con bastante retraso y con la culpa encima de tener a mis amigas esperándome tres horas en el aeropuerto, con la madre y la hija chica de una de ellas. Había sido la primera pasajera en darme cuenta en el aeropuerto de Lima de que el vuelo de Lan partiría tarde a Chile. Perdería la conexión; encontré un avión que salía dos horas después del tiempo comprado. Listo. Es momento de leer. Busqué el libro en la mochila. Lo había dejado sobre la cama. Sería porque era Un lugar llamado oreja de perro y mi papá me acababa de confesar que esa misma tarde, mientras la recogía para llevarla a su casa porque me iba de viaje, había perdido a Lucy, mi perra. Se le había escapado por una avenida, corriendo en sentido contrario al del tránsito. Guardaba las últimas cosas en la mochila –lentes de sol, lapicero, Moleskine, lentes de leer-, mientras mi mamá me decía que se alegraba de que se me hubiera perdido una “perra tan fea”. Según ella, aún tenía a Mara, la Schnauzer, “ella sí es linda, un amor. La vamos a cuidar mucho”. ¿Qué le increpas a tu madre cuando te dice que se deshace de lo feo, aunque se mueva? La diferencia es que a Mara me la regalaron y a Lucy la rescaté de la calle. Lucy me quería porque yo la dejaba hurgar entre la basura –quién era yo para cambiarle las costumbres-, para darle luego una parte de mi propia comida. Quizás yo soy un poco como la tosca Lucy. Puedo reciclar algo de la basura y despanzurrarme luego en el sofá. Definitivamente no soy Mara, con su belleza de peluche. Íbamos al aeropuerto y llovía y yo lloraba por Lucy. Mi papá no me sonreía desde el espejo retrovisor, como nunca. Mi mamá enumeraba todo lo que veía, como el peor reportero, como hace siempre. Me consolé comprándome en una tienda del aeropuerto Cuentos breves para leer en el bus, con textos, algunos no tan conocidos, de Akutagawa, Andrèiev, Apollinaire, Bierce, Chéjov, Chopin, O.Henry, Kafka, Melville, Vashtar, etc. Para mí, cuentos breves para leer en una larga espera.

Con cuánta expectativa e ilusión nos hemos preparado durante todo un año para este reencuentro, manteniendo la continuidad por mail y algunas ocasionales llamadas telefónicas. Coincido además con la última presentación de Pura Cepa, la obra de teatro-danza, un Off-Broadway u Off-Palermo que dirige Ana Frenkel y que ha sido un hitazo todo el año. Valeria Cavassa, mi amiga, es la asistente de dirección, y su novio, Facundo Nuñez, actúa en ella. Me siento en un rinconcito mientras soy testigo del trabajo de 5 hormigas que levantan tremenda colonia mientras la gente ya se agolpa en las puertas del teatro. Y claro, no entiendo nada de esta coreografía previa, pero me entusiasma la sincronía. La obra se deja leer fácil, y 15 actores-bailarines irrumpen en escena, en secuencias muy bien marcadas, llenas de ritmo… chicos y chicas enfrentan su estética, se aman, se retan, se odian, se vuelven a juntar y a separar, en un poderoso manifiesto de ironía, seducción y deseo: el cuerpo ha hablado y ha hablado claramente. La gente aplaude, no se quiere ir, y los músicos que han estado tocando en vivo improvisan. Todos quieren más de esa complicidad que flota. Yo también. Nos vamos a la fiesta de “fin de obra”. Observo a Ana bailar y por un instante deseo compartir su eterna juventud, su música en la sangre. ¿Le digo o no le digo?: “Una obra así funciona en cualquier parte del mundo. Ojalá alguien se anime a llevarla a Perú”. No le digo.

Cuarenta grados de sensación térmica, anunciaban los noticieros. No cuando llegué. La temperatura bajó y dejó 3 muertos en lluvias que cesaron recién al amanecer, cuando nosotros seguíamos de fiesta. El clima, de un mal humor inesperado, nos obliga a cancelar la excursión a El Tigre del día siguiente. Pese a las extrañas temperaturas, devoro mis siempre favoritos helados de Zambayón y Dulce de Leche. Pienso en Lucy; el aguacero ha viajado en avión.

Buenos Aires es la ciudad más literaria del mundo; se repite en mí la más justa sentencia de Vargas Llosa. Cada cierto tramo empujo a un peatón que lee, lo envidio secretamente… solo me atrevo a leer así en mi ciudad. Leen en las esquinas, en el subte, en el taxi, en el parque, frente a las empanadas, el bife y la apuesta del turf. Una exquisita mafia de lectores. En las librerías reconocen que eres “un extranjero abrumado ante la cantidad y variedad”. Tú aprietas el dinero contra el bolsillo; ellos permanecen a tu lado informándote sobre tu elección. Por eso es imposible resistirse: dame todo Roth, todo Auster, todo Mansfield, todo Murakami, y ese nuevo: Gomorra. ¿Alguno para regalo? No, todos son para mí. Me alegra ver a escritores peruanos en las vitrinas de novedades: Alarcón, Cueto, Bayly, Roncagliolo. Ellos por ahora. Pienso en Claudia Ulloa y Ezio Neyra, los “novísimos” amigos en la Feria del Libro de Guadalajara. El próximo año, si vuelvo a
Buenos Aires, ¿me saludarán desde una contratapa?

Valeria está igual de dulce, indecisa y abstracta, con sus rulos largos, a veces rubios, a veces guindas; algo en ella se renueva año tras año. Lorena, su hermana, me repite el conflicto amoroso con D, idéntico al melodrama del año pasado, pero con qué alegría devora mis ofrendas peruanas: las papas amarillas nativas, los chifles dulces, los camotes, las salsas de huancaína y huacatay, el jugo de mango, la mermelada de lúcuma. Discutimos las diferencias entre sauco y arándano. Candela, su hija, realmente es fuego vivo. Tiene 9 años. Me dice: “Che, mañana sí podemos ir a El Tigre. En el diario sale que la temperatura mínima será de 13 y la máxima será de 24”. Yo a tu edad, le digo, todavía jugaba a las muñecas. “La Barbie es una pelotuda”. En Buenos Aires hay muchos paseadores de perros; el Bosque de Palermo es su Central Park. Qué me ladren desde lejos esta vez.

Hoy, 1 de diciembre, es el Día Mundial de la Lucha contra el Sida y la entrega de los Premios Clarín. Las noticias. Y la gente. Y la gente en las noticias. Todo gira en torno a esto. Todavía no se sabe que el gran Diego Capusotto será el protagonista de los premios. Nos reparten condones en la calle unas chicas envueltas de rojo. Le dan un paquete a Candela. Después de algunas explicaciones acepta entregárnoslo.

Norman Briski presenta su quinto libro: Teatrobrik. Mis amigos han actuado bajo su dirección durante 5 años. Yo lo he visto un par de veces, también en Mujeres asesinas. Briski dice: Actuar es militar. ¡Como escribir!, pienso. Cuando el presentador comenta sobre la “poesía inmanente” que hay en estos nuevos textos, cinco obras de teatro y un guión televisivo, Briski acota: “en la potencia humeante de mi cabeza curiosa, escribir y actuar son dos deportes, dos intoxicaciones”. Se refiere a la presentación de su libro el mismo día que los Premios Clarín, (adonde muchos de sus amigos han ido, apenas 2 días después de la muerte del querido actor Ulises Dumont, quien iba a ir a la presentación de Briski): “este es un día glorioso para otros. Esto es un acontecimiento para mí”. Hace a capella un monólogo para 150 personas –“el micrófono es una intervención imperialista”- sobre una frustrada pareja en la habitación del hotel Petit Edén. Al cierre, Lorena le dice que soy su amiga peruana de toda la vida. Briski me firma su libro: Katya, la peruana más amiga. Me emociona la dedicatoria, de pronto me habla en quechua y me voy a la mierda.

Facundo, el novio de Valeria, dirige con su hermano y con su padre la editorial Alfagrama, que prepara libros de bibliotecología para muchas universidades de países hispanos, entre ellas, San Marcos. Alfagrama tiene una subeditorial: RíoCultura. Es la que ha editado el libro de Briski.
Me encuentro con Daniela Bragone, actriz de Pura Cepa, amiga de mis amigos, tallerista de la multifacética Gabriela Bejerman. Dani también ha editado con RíoCultura su ópera prima: Pieles. Valeria se ha encargado de la corrección. Disfruto estas coincidencias. Leo a golpe de vista donde el libro se abre de casualidad: “porfiada en atraparte y dejarte como sea”. Concluyo que las presentaciones deben ser iguales en cualquier lugar del mundo: todos le dan la espalda al autor desde la mesa de la comida. Eso es bueno: la realidad hace que el autor se siga esforzando para que menos personas vayan por la comida.

Ahora Facundo y Valeria duermen. Este escritorio da a la lavandería. En la puerta hay un hueco. El viento ha vencido al plástico que lo cubría. Afuera se ha desatado una tormenta. No quiero irme a dormir. No es porque mi cama de a la ventana, en una nueva orientación estrenada por Valeria. Facundo me ha contado que su gata se perdió hace unos meses: “la había alimentado durante diez años”. La desgraciada me saltó en la panza una noche desde el armario, el año pasado, mientras yo dormía y hasta seguro soñaba. Se escabulló como una sombra por la puerta.

El miércoles será el concierto de Madonna en el estadio de River. Acabo de ver en el Estadio Nacional de Lima a Cindy Lauper. Si hubiera querido le tocaba la guitarra; estábamos tan cerca. Acá estaré muy lejos de Madonna, a 30 mil personas de distancia. Igual cantaremos y después iremos por comida. Dejaré por un instante de pensar en Lucy y las razones por las que siempre adopto, en la insensibilidad de mi madre, en la culpa de mi padre, en la ausencia de mis hermanos, en la nostalgia por los amigos que han estado, están y estarán conmigo; en la juventud que está en la acera del frente, en el trabajo excesivo, en los mandamientos que quiebro a diario. En las profundas impresiones que la vida deja en mí. Son las 4 y 50 de la madrugada. Hace unos diez minutos se ha desatado una tormenta. Mis amigos se despertarán con ella. Yo la escuché venir.

Hace un rato encontré en el facebook una foto del Kinder cuando actúe en El flautista de Hammelin. No me escogieron para ser el flautista, como era mi sueño, sino un ratón más que debía esperar todos los "solos" del flautista, acuclillada en un espacio tan grande como una alcantarilla. El flautista es ahora una actriz de verdad y vive en México. Recuerdo que mis papás tomaron muchas fotos... pero yo no era el flautista, no. Tampoco lo soy ahora: soy el violinista del Titanic.

Fotos:
1) Lucy y Mara.
2) Dani es portada de Pura Cepa.
3) Lorena, Candela, Valeria.
4) Con Norman Briski (antes del quechua) y Candela.
5) Dani con Pieles y Valeria.
6) Soy el ratón de la derecha.

3 comentarios:

DaniDani en Heidiland dijo...

amigallina...este es de todos tus posts el q mas me ha gustado. Por q ha sido como estar conversando contigo y recordar tantas tantas conversas q hemos tenido. Esta ya había comenzado con tus fotos del centro de Lima y ahora con BsAs y las chés...muy bien. Salúdalas mucho de mi parte...lo siento por la amiga de Mara...nos veremos en unos días..besos

Gustavo Yabar dijo...

Kat, una vez más tus textos me humanizan. Aun no se extingue la tristeza que me provocó "100 centímetros" y me rematas con estas sentidas líneas que arrastraste ida y vuelta a BsAs por Lucy. Eres muy valiente. Yo no hubiese podido viajar.

diego soler dijo...

Hola Katya, me alegro que hayas disfrutado de Bs As y de la presentacion del libro de Norman Briski, solo queria aclararte y espero que me entiendas, que Riocultura no es una sub-editorial de ninguna otra. Te invito a que veas nuestrab sitio www.riocultura.com.ar .
Algun dia me encantaria conocer tu pais y esas musicas maravillosas, hace poco la vi a Susana Vaca. Viva Peru!