Estos días, mientras escribo y escribo, pienso mucho en la gran frase de Ludwig Wittgenstein: “los límites de mi lenguaje implican los límites de mi mundo”. ¿Me sucederá eso?
Me gusta escribir en las noches. Cuando la computadora se enciende comienza la música en el laberinto. Es el único momento en que siento que no moriré. Aunque mi Remington me devuelva la mirada y la mentira.
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